En Estados Unidos y el norte de Europa se conoce como la depresión blanca. En el resto del mundo como depresión navideña.
La Navidad o fin de año es una temporada propicia para experimentar el bajón anímico y en efecto lass consultas a los psicólogos aumentan. Sin embargo, según los especialistas, no existe la depresión navideña clínicamente dicha, sino un trastorno Psicosocial que se exacerba por diferentes factores propios de la temporada y que se manifiesta por cuadros de melancolía, apatía y, especialmente, nostalgia. Visto de esta manera, serían muchas más las personas (dos de cada cinco) que se sienten abatidas por la tristeza y la ansiedad y una profunda desazón y sensación de carencia o vacío.
No existe la depresión navideña como tal, sino un trastorno latente, que viene de tiempo atrás y que se manifiesta en estos días en que se tiende a reflexionar. El sólo tener que pensar en las reuniones con familiares, genera un estrés, porque es casi tener que ceder al compromiso y normas sociales.
Habría que sumar además el estrés que representan los regalos, las reuniones de trabajo…todas las imposiciones de la sociedad moderna, que desencadenan en estos trastornos parecidos o asociados con una depresión.
La falta de recursos económicos es una gran preocupación en estas fechas. El hecho de no poder comprar regalos a los niños o de no poder hacer una buena cena ayudará a la persona negativa a refugiarse en sus pensamientos, a generar un estrés parecido a la depresión.
NAVIDAD Y RECUERDOS
En principio, la llamada depresión navideña, cumple todas las características de una depresión común. La persona se encuentra triste y melancólica durante las fiestas navideñas, tiene una visión negativa de lo que la rodea y cualquier actividad le resultará complicada de llevar a cabo.
Según los especialistas se trata de una temporada cargada de gran afectividad, tanto positiva como negativa y que en términos de salud mental se le ha considerado siempre como un periodo especialmente de riesgo para aquellas personas que sufren de depresión.
Es una época muy propicia para traer los recuerdos : la muerte de un ser querido que puede ser el padre, la madre, el hermano o un amigo y que ya no está. La distancia, física o emocional, entre los miembros de una familia, las expectativas insatisfechas, los problemas económicos, la soledad o, simplemente, los malos recuerdos, pueden resultar verdaderos obstáculos para disfrutar de estas fiestas.
Cuando llega el fin de año, la gente tiende a hacer un balance, consciente o inconsciente, de los éxitos y fracasos obtenidos a lo largo de ese año. Si los resultados de esta evaluación son negativos, es entonces cuando se hace latente el riesgo de deprimirse.
En efecto, la temporada es propicia para el constante recuerdo del pasado, incluso para reafirmar aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. Pasajes de la infancia en la calidez del hogar o momentos inolvidables en compañía de los seres más queridos salen a flote para ser comparados con el momento presente.
La depresión navideña, está asociada por su similitud con celebraciones como el Día de la Madre, el Día del Padre o el Día del Amor y la Amistad. Sin embargo, según los especialistas la Navidad tiene un componente especial: es un periodo de tiempo mucho más largo, lo que puede llegar a exacerbar con mayor fuerza aquellos trastornos que obligan a buscar la consulta con el especialista.
Los símbolos y los mensajes alusivos a la Navidad están presentes en todos los espacios, especialmente en las ciudades, están en los medios de comunicación y esto se convierte en un factor adicional y al que nadie puede escapar.
La gente se deja llevar por la publicidad y por el espíritu navideño que tratan de venderle por todas partes. La idea de felicidad que aparece en los medios de comunicación no tiene nada que ver con la realidad que viven muchas familias con problemas, ya sean económicos, personales, laborales, de pareja, etc.