Desgraciadamente la transexualidad es un tema muy desconocido y todavía tabú en nuestra supuesta avanzada sociedad “occidental”. En la incomprensión del término y sus implicaciones influyen negativamente: ciertas ideas religiosas, miedos sociales, dificultades para la aceptación de lo “distinto”, concepciones arraigadas de lo que es y significa la “normalidad” y la “anormalidad” y distintas y variadas concepciones erróneas de lo que es o no es la identidad de género. A nivel general la sociedad “supone” que las personas nacemos con determinados órganos sexuales (genitales visibles) y que estos confifuran directamente nuestra identidad de género básicamente dicotomizada en masculino y femenino (salvo excepciones congénitas o genéticas admitidas). Ahora bien, hay varios tipos de sexo: el cromosómico, el gonadal, el genital, el psicológico y el social; y sucede que en algunas personas no todos ellos coinciden. Cuando el sexo psicológico no coincide con el resto y se adopta una identidad de género distinta, entonces hablamos de transexualidad. Sucede que algunas personas y básicamente debido a su desarrollo personal desde la infancia poseen los cromosomas, genitales y gónadas de un sexo y sin embargo tienen la certeza de pertenecer psicológicamente al otro. Hablaríamos de dos tipos de transexualidad: femenina y masculina. La transexualidad masculina viene definida por que quien siendo mujer biológicamente, psicológica y socialmente adopta el rol masculino y la transexualidad femenina vendría definida por que quien siendo hombre biológicamente, psicológica y socialmente adopta el rol femenino.
¿Cuándo podemos decir con determinada certeza que una persona es transexual?. Podríamos decirlo básicamente cuando se establecen de forma contrastada y fehaciente los siguientes criterios: 1- una identificación acusada y persistente con el otro sexo (no sólo el deseo de obtener supuestas “ventajas” relacionadas con costumbres culturales), 2- deseo firme de pertenecer al otro sexo, ser considerado como del otro sexo, un fuerte deseo de vivir y ser tratado como del otro sexo o la convicción de experimentar las reacciones y las sensaciones típicas del otro sexo, 3- malestar persistente con el propio sexo o sentimiento profundo de inadecuación con su rol: en los adultos ello se manifiesta por la preocupación por eliminar las características sexuales primarias y secundarias (con tratamiento hormonal y/o quirúrgico) o creer profundamente que se ha nacido con el sexo equivocado, y 4- hay un gran malestar clínicamente significativo y/o un deterioro social, laboral, familiar o de otras áreas de actividad importantes de la persona.
¿Quién es lo que es, quien sencillamente nace de determinada forma o quien siente, piensa y se comporta de determinada forma?. Afortunadamente mi experiencia como psicoterapeuta con personas que sienten, piensan y se comportan de determinada forma al margen de su aspecto o de cómo son o eran al nacer me ha dado la respuesta. Y por ello, mi trabajo a través de la intervención psicológica es conseguir y maximizar el bienestar psicológico con su identidad, para lograr la máxima adaptación psicológica y la máxima autorrealización con ellos mismos y con su entorno. Además, creo (estoy seguro…) que lo mejor es la reasignación sexual hacia el sexo deseado.
Afortunadamente, poco a poco la sociedad se va sensibilizando con este tema a nivel de aceptación, sensibilización y aportación de medios para afrontar de la forma más adecuada posible esta cuestión, estableciendo protocolos válidos como la “terapia” triádica: experiencia en la vida real del rol deseado, hormonización para el género deseado y cirugía para cambiar los genitales y otras características sexuales, al margen de que no todas las personas necesitan o quieren los tres elementos.
Javier Brotons. Psicoterapeuta (Col. CV 03246).
Terapia para afrontar la transexualidad: