La inteligencia emocional (IE) es la habilidad que nos permite percibir, comprender y regular nuestras emociones y las emociones de los demás y que nos permite adaptarnos de la mejor forma a nuestro entorno (que siempre es de relación y social).
Hoy sabemos que es la inteligencia emocional y no la inteligencia entendida de forma tradicional (como aquello que miden los tests de inteligencia: capacidad numérica, espacial, mecánica….) la que mejor predice el éxito futuro de una persona, y no sólo eso, sino que también predice su felicidad (en términos de autopercepción): las personas con alta inteligencia emocional alcanzan mayor éxito en la vida y se perciben a sí mismas como más felices que las personas con baja inteligencia emocional. El éxito profesional no depende de la inteligencia; son las variables emocionales y sociales las que marcan la diferencia. Los adultos que obtienen éxito profesional y personal en sus vidas no fueron aquellos niños con CI (en el sentido tradicional que comentábamos antes) más elevados, o aquellos que mejores notas sacaban en el colegio, sino aquellos que mejor supieron entender a los demás, que se interesaron por las personas más que por las cosas y que construyeron redes sociales sólidas. Pero no sólo el éxito profesional viene determinado por las habilidades emocionales, también la propia satisfacción con la vida, la felicidad en términos más coloquiales, guarda relación con ellas y no con las habilidades intelectuales.
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