Publicar noticias sobre violencia provoca un efecto mimético

Publicar noticias sobre violencia provoca un efecto mimético

El psicólogo Pedro Alonso Cabrera recomienda en el estudio Aprendizaje vicario, efecto mimético y violencia de género que los medios de comunicación no publiquen noticias sobre asesinatos machistas para evitar que otros agresores imiten estos comportamientos. El especialista ha concluido que el 88,89 % de los casos se producen en un periodo que se extiende no más allá de cuatro días de que se haya producido un suceso de similares características. Sólo un 11,11 % se dan de manera aislada.

En los últimos días, la consejera de Asuntos Sociales del Gobierno de Canarias, Inés Rojas, ha abierto un debate sobre la conveniencia o no de dar cobertura mediática a las muertes de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas. El psicólogo, que anima a censurar estas informaciones temporalmente para ver si se frena la oleada, sugiere en sus conclusiones que si se publican, sea en términos generales o estadísticos, pero sin entrar en detalles. En cualquier caso, y amparándose en su informe, dice textualmente: “Los responsables de los medios de comunicación deben asumir su solidaridad con la sociedad en general y con estas mujeres en particular vetando toda información que lleve implícito un proceso de aprendizaje oculto”.

El psicólogo dice sobre el aprendizaje oculto o vicario que “cualquier sujeto, independientemente de su edad, puede aprender por observación, de otro (con mayor intensidad si lo hace de otros), si las circunstancias del modelo o modelos son parecidas a las suyas”, y añade: “Para ello sólo es necesario que exista un canal de comunicación y disponer de las capacidades intelectuales y motrices para llevar a cabo dicha conducta”. Al parecer, este aprendizaje es inmediato y puede ser inconsciente.

En la primera parte de su trabajo, hace una descripción de este tipo de aprendizaje. Para ello, da una serie de ejemplos. El psicólogo Albert Bandura, pionero en este tipo de estudios, hizo distintos experimentos, sobre todo con niños. “Bandura realizó varios estudios sobre el comportamiento de los niños con un muñeco tentetieso. En una película, una joven pegaba a un muñeco de este tipo”. Al parecer, en las imágenes, la chica se ensañaba con el pobre monigote, incluyendo un martillo en su violencia. Por supuesto, los chiquillos imitaron la conducta.

A la luz de este ejemplo, es inevitable pensar que no es igual la reacción de un niño que la de un adulto. Pedro Alonso recuerda que “en la infancia, los padres y maestros actúan como modelos. En la adolescencia los modelos son los iguales, y posteriormente puede ser cualquier otro sujeto con el que pueda sentirse identificado el aprendiz”. Además, afirma que “los procesos de aprendizaje vicario duran toda la vida”.

Por todo ello, el experto invita a “impedir que el aprendizaje vicario siga siendo un medio por el cual determinados sujetos incorporan a su repertorio de conductas la agresión y el asesinato como solución a lo que viven como un problema, después de identificar a otros modelos a los que imitar”. Para el psicólogo, el aprendizaje vicario explicaría por qué una persona que no ha sufrido malos tratos en su infancia y es aparentemente normal pueda llegar a tal grado de violencia. La similitud entre las conductas de los agresores es otro argumento que esgrime el informe de Pedro Alonso.

El investigador añade que el argumento de que las películas son aún más violentas y nadie se plantea prohibirlas también tiene su contraargumento. “Las circunstancias de los modelos de las películas suelen ser muy distintas a las que viven los que supuestamente tienen que aprender. En cambio, los personajes-modelos de las noticias son personas como el que observa y aprende: gente de la calle, gente normal, gente que en algunos casos los vecinos identifican como buenos, gente de un barrio como el de ellos”.

Antes de concluir haciendo un llamamiento al debate y a vetar estas noticias, el estudio se pregunta: ¿qué ocurriría si se publicara una noticia falsa como que varios estudiantes se habían suicidado en las escaleras de un centro comercial al finalizar el curso? “¿Terminaría ocurriendo de verdad? A nadie se le pasaría por la cabeza publicar una noticia así”, concluye.

               Fuente: La Provincia.es (diario de Las Palmas) 22/07/2010

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El duelo lleva a buscar culpables externos

Expertos en Psicología Social y de Emergencias han afirmado hoy que los periodos de duelo, especialmente en las primeras horas después de una tragedia como la ocurrida en Castelldefels en la noche de Sant Joan, llevan a buscar culpables externos para canalizar la sentimiento de frustración.

“El ser humano necesita encontrar el porqué de lo que ocurre para lidiar con la rabia, la incredulidad, y la desesperación”, ha explicado a Efe la psicóloga del Servicio de Atención Psicológica en Emergencias de Barcelona (SAPE) Rosa Guillem, que desde ayer trabaja en el suceso que se cobró la vida de 13 personas en la estación Castelldefels-Platja de la costera localidad barcelonesa.

El duelo arranca con la negación de la tragedia, es entonces cuando se piensa “esto no puede haber ocurrido”, para dar paso en las horas siguientes a la frustración y la rabia, que obligan a buscar explicaciones y culpables, explica

“El hombre necesita pensar que las cosas ocurren por una razón determinada, y siempre es más fácil buscar los culpables fuera que dentro”, ha señalado a Efe el doctor en Psicología Social de la Universidad Carlos III de Madrid Guillermo Fouce.

Es por ello que, tanto los allegados de las víctimas como el conjunto de la sociedad, “tienden a exculparles”, ha indicado Fouce, aunque sean conscientes de que han sido responsables del suceso.

“Las víctimas se identifican como víctimas y sólo como víctimas, y es así como ocurre en la mayoría de los sucesos en los que intervienen conductas de riesgo”, ha apuntado Fouce; “cuando un joven muere a causa de la droga, se tiende a culpar a la sociedad”, ha añadido.

Tras una tragedia como la ocurrida en Castelldefels, la sociedad entera vive un proceso de duelo, tanto por el impacto de la noticia, como por el recuerdo que evoca en familias que han sufrido tragedias similares o en padres que también han perdido a sus hijos jóvenes.

Sin embargo, el duelo “es especialmente complicado”, ha señalado Guillem, para los familiares de las víctimas, así como para los testigos y supervivientes de la tragedia.

“El proceso de duelo de los padres es muy difícil tras una tragedia de estas características, porque nunca se espera que los hijos no sobrevivan a sus progenitores; además, el dolor es más profundo por lo repentino e inesperado del suceso, no han tenido tiempo de despedirse”, ha explicado Guillem.

La psicóloga del SAPE ha destacado que los testigos y supervivientes del mortal atropello necesitarán el apoyo continuado de especialistas en estrés postraumático para trabajar con las imágenes que previsiblemente perdurarán en su mente durante un largo tiempo.

“Ahora todos estamos en un proceso de duelo más o menos intenso, según el grado de cercanía con el que percibimos la tragedia, pero cuando pase un tiempo bajaremos de este alto nivel emocional a un estadio más reflexivo, desde el que podremos analizar de manera más racional lo ocurrido”, ha señalado el profesor de Intervención Psicosocial en la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca Oscar Álvarez.

Fuente: ADN. 25/06/2010

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La respuesta al trauma psicológico como oportunidad de crecimiento personal

Si revisamos lo investigado y publicado por los autores que han analizado el trauma psicológico, vemos que se han centrado práctica y únicamente en las consecuencias negativas que el suceso traumático (accidente de tráfico, presenciar la muerte violenta de otra persona, tortura, agresión sexual, catástrofe natural, ser testigo de atrocidades…) pudiera causar a las personas. Esto ha supuesto el desarrollo de modelos teóricos y tratamientos más o menos eficaces, casi únicamente referidos a las reacciones patológicas de las personas expuestas a traumas. Este enfoque de la psicología ha hecho que, precisamente, se tomen como “normales” y esperables las respuestas patológicas, como por ejemplo el trastorno de estrés postraumático (TEPT). De hecho, incluso se llega a presuponer que existe una única forma de responder ante las vivencias traumáticas de la vida: reducción del interés en actividades significativas, desapego de los demás, restricción de la vida afectiva, sensación de un futuro desolador, dificultades para conciliar o mantener el sueño, irritabilidad, problemas de concentración, respuestas exageradas de sobresalto, etc.
Sin embargo, hay personas que se muestran resistentes a la aparición de síntomas clínicos tras la experimentación de un suceso traumático. Ello no quiere decir que no sufran dolor ni que no tengan recuerdos desagradables, sino que, a pesar de ello, son capaces de hacer frente a la vida cotidiana y pueden disfrutar de otras experiencias positivas (Avia y Vázquez, 1998; Seligman, 1999). Las personas resistentes al estrés se caracterizan por el control emocional, tienen una adecuada autoestima, unos valores sólidos, un estilo de vida equilibrado, unas aficiones gratificantes, una vida social estimulante, un mundo interior rico y una actitud positiva ante la vida. Hablamos de que hay personas que tienen una serie de recursos propios para poder hacer frente a los sucesos negativos vividos, superar las adversidades y aprender de las experiencias traumáticas.
Es ahora cuando podemos introducir el concepto de crecimiento postraumático (CPT) que hace referencia al «cambio positivo que un individuo experimenta como resultado del proceso de lucha que emprende a partir de la vivencia de un suceso traumático» (Calhoun y Tedeschi, 1999). Estos autores defienden que aunque la respuesta normal ante un hecho traumático es el dolor y las vivencias negativas, hay personas que son capaces de ver elementos positivos en el proceso de lucha que iniciaron tras el hecho (no en el suceso mismo). Sin embargo, la vivencia de crecimiento no descarta necesariamente el sufrimiento sino que puede convivir con él. Gran parte de las personas que experimentan dicho crecimiento, continúan experimentando emociones negativas resultantes de la experiencia traumática (tristeza, ira, culpa, irritabilidad,…) e incluso, como proponen Calhoun y Tedeschi (1999), es posible que para experimentar dicho crecimiento sea necesaria la coexistencia en el individuo de emociones positivas y negativas. En muchos casos, sin la presencia de estas emociones negativas, al menos en su inicio, el crecimiento postraumático no se dará.
Por último, nos podríamos hacer la siguiente pregunta: ¿es posible aprender de las experiencias traumáticas?. En este sentido Tedeschi y Calhoun en una revisión de la literatura que estudia los efectos positivos de las situaciones traumáticas (violación, incesto, duelo, cáncer, HIV, infarto, desastres…) agrupan los efectos positivos de los hechos traumáticos en tres categorías: 1) Cambios en la percepción que se tiene de uno mismo. Sentirse más fuerte, más reafirmado en uno mismo, con más experiencia y más capacidad de afrontar dificultades futuras. Aumento de las posibilidades de que en situaciones difíciles en el futuro se responda de una manera asertiva. La persona desarrolla una autoimagen de fortaleza, una confianza que después puede generalizarse a otra clase de situaciones, incluso traumas futuros. 2) Cambios en la relaciones interpersonales. Se describe que la familia se ha unido más alrededor de la desgracia. La muerte de un familiar, por ejemplo, puede hacer que la persona se acerque más al resto al darse cuenta de la importancia que tienen, de qué frágiles son y con qué rapidez pueden perderse. Por otro lado la necesidad de compartir lo ocurrido, de discutirlo y buscarle explicación puede llevar también a algunas personas a abrirse más y a compartir sentimientos cuando nunca antes lo habían hecho, a aceptar la ayuda de los demás y a utilizar por primera vez el apoyo social. 3) Cambios en la filosofía de la vida. Se aprecia más lo que se tiene, se valoran más los detalles, la vida a partir de la amenaza de perderla bruscamente al observar la muerte de otras personas. Un porcentaje importante de personas cambia su escala de valores, prioriza otros valores tomándose la vida de un modo más sencillo y disfrutando más de las cosas.
En conclusión decir que es posible abordar las consecuencias negativas que los traumas psicológicos producen en determinadas personas desde una perspectiva positiva; esto es: desde la psicología positiva, planteando tratamientos que tengan en cuenta el análisis de la respuesta al trauma como una oportunidad de cambio y crecimiento personal.

Fuente: Levante EMV (20/07/2010)

Javier Brotons (psicólogo).

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