ESTRÉS EN NAVIDAD

Comprar los obligatorios regalos navideños, escribir las felicitaciones (aunque sea por e-mail) para los amigos y familiares y tener que cocinar para grupos numerosos de personas son las cosas que suelen aumentar la tensión y el estrés durante esta época, contribuyendo al cansancio psicológico y a un estado de ánimo un tanto decaído. Además, los niños tienen vacaciones escolares y hay que entretenerlos en casa mientras se trata de hacer todas las actividades adicionales.

Hay que evitar acabar exhausto. Tenemos que ser realistas acerca del tiempo del que uno dispone. Hay que establecer prioridades e incluir dentro de ellas apartar un poco de tiempo para estar a solas y atender a nuestras necesidades de calma y descanso. Al considerar alguna actividad, nos tenemos que preguntar si realmente tiene que hacerse y, de ser así, somos la única persona que puede llevarla a cabo.

El gasto de los regalos y reuniones para celebrar con familiares y amistades o participar en el intercambio de regalos, nos puede producir estrés por generarnos expectativas demasiado altas acerca de cuál será el resultado.

Hay que hacer lo posible por evitar tener expectativas poco realistas con uno mismo o con otras personas. No hay que esperar que todo quede perfecto y ni que todos se porten a las mil maravillas con nosotros y con las personas que nos importan de verdad. Hay que tener en cuenta que la forma de pensar y las costumbres de los demás no pueden cambiarse con facilidad. Los conflictos y problemas familiares no se esfuman simplemente por ser diciembre. No hay que pensar que cada momento estará lleno de felicidad ni que el tiempo que pasamos con familiares y amigos estará siempre lleno de armonía: así evitaremos posibles frustraciones que desembocan en pensamientos negativos y cierto nivel de nerviosismo.

Por todo lo comentado anteriormente, la Navidad es una época del año (pese a tener días de asueto) en las que más aumenta el nivel de estrés de las personas, con las consiguientes consecuencias negativas como discusiones, desengaños, pensamientos negativos con respecto a los demás y a uno mismo, etc., y esto hay que intentar evitarlo. Básicamente de una forma: siendo realista y adaptándonos de la mejor forma posible a las circunstancias personales que rodean a estas fiestas

                                      

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PROBLEMAS DE LA ADOLESCENCIA

Según Suzie Hayman, consejera familiar titulada y autora de un nuevo libro, Teach Yourself Parenting Your Teenager, afirma que mientras que los niños se comportan como perros, los adolescentes lo hacen como gatos: “Alimentamos a nuestra mascota, la entrenamos y la dirigimos. Pone su cabeza su nuestro regazo y nos mira como si fuéramos un cuadro de Rembrandt; entra corriendo con entusiasmo cuando la llamamos. Luego, alrededor de los 13 años, nuestro pequeño y adorable cachorro se convierte en un enorme gato viejo”.

Lo que antes funcionaba ahora produce el efecto contrario. Lo llamamos y se aleja corriendo; le decimos que se siente y salta sobre el mostrador. La clave, según Hayman, está en tratar a nuestros hijos como gatos. Darles de comer y dejar que sean ellos quienes vengan a nosotros. Recordar que los adolescentes también necesitan nuestra ayuda y afecto, pero según sus condiciones. La negociación también es fundamental para tener una buena relación.

Principales consejos:

1. Estar atentos a nuestros hijos, mostrándoles que nos importan, y estar preparado para tener que fijar ciertos límites, pero siempre confiando en ellos, sin interferir ni intentar controlarlos.

2. Elegir las batallas. Decidir en qué temas debemos mantenernos firmes, cuáles negociar y en cuáles ceder.

3. Intentar entender por qué nuestro hijo se está comportando mal. ¿Ha discutido con sus amigos? ¿Tiene miedo de algún cambio físico o emocional? Intentar hablar con él sobre lo que ha originado su mal comportamiento.

4. Puede que lo que nos digan no haga daño, pero debemos intentar no tomárnoslo como algo personal.

5. Por muy enfadados que estemos, debemos recordar que lo que nos molesta es lo que hacen, no ellos.

6. Recordar nuestros propios días de adolescente y cómo discutíamos con nuestros padres.

7. Los jóvenes suelen llegar a la adolescencia en el momento en que sus padres están atravesando la crisis de los cuarenta. Los conflictos suelen surgir como consecuencia de la ansiedad de los padres por propios problemas, no por los de los hijos.

8. Aceptar que nuestros hijos no pueden vivir nuestra vida y cumplir nuestras ambiciones.

9. Tener un hijo adolescente es duro, por lo que nos debemos tomar nuestro tiempo para recargar fuerzas.

10. Si nuestros temores sobre sexo y consumo de drogas y alcohol están justificados, buscar ayuda profesional, pero a menudo son más palabrerías que comportamientos reales.

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TERAPIA DE PAREJA

La pareja es una de las relaciones más importantes para el ser humano, y a la vez, una de las más complejas. Siendo mucho más que la suma de dos partes, la pareja tiene una dinámica propia que influye y está influenciada por los individuos que la constituyen. Cada persona trae a la pareja su mundo. Un mundo formado por su historia personal, familiar y cultural. Por un lado, esto puede enriquecer a la pareja y ayudar al crecimiento y el desarrollo de cada uno de sus miembros y por otro, las diferencias pueden generar conflictos dadas las dificultades que muchas veces surgen al intentar congeniar o negociar los modelos, ideas y expectativas que cada miembro de la pareja aporta sobre la relación, la comunicación, los hijos, y el mundo en general.
Los desafíos que surgen no siempre encuentran respuestas en el repertorio de soluciones y recursos de la pareja. El cúmulo de situaciones problemáticas no solucionadas suele conducir a alguna forma de crisis. En estos puntos que parecen indisolubles, la terapia puede actuar como un recurso, ofreciendo nuevas perspectivas para mejorar la relación.

¿Cómo funciona?

El objetivo de la terapia es buscar nuevas posibilidades de relación, de acuerdo con las necesidades, características y potencial de cada pareja y de cada individuo. También, facilitar una mayor comprensión de sí mismo, del otro y de la relación; abrir canales de comunicación; modificar patrones de relación disfuncionales; elaborar conflictos del presente y heridas del pasado; y fomentar el desarrollo tanto individual como de la pareja.
En la mayoría de los casos, el trabajo consiste en intervenciones sobre la estructura y el funcionamiento conyugal, aumentando la capacidad de la pareja para abordar situaciones complejas o difíciles. Para ello el terapeuta dispone de una serie de recursos técnicos, entre ellos la prescripción de tareas que se realizan por la pareja entre sesiones.
La terapia también puede actuar como soporte para la preparación de un proceso de ruptura o separación de manera constructiva, velando por la salud y el bienestar de sus miembros y de sus hijos, si los hay.
Motivos de terapia más frecuentes:

• Problemas en la comunicación
• Dificultad en la resolución de problemas
• Infidelidad
• Celos
• Agresividad y violencia
• Depresión
• Insatisfacción sexual
• Problemas sexuales
• Desacuerdos financieros
• Mediación
• Problemas con la familia de origen
• Problemas en el manejo de los hijos
• Etc.

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