Técnicamente la misifonia es hipersensibilidad a sonidos específicos y básicamente produce en quien la padece un disgusto más o menos extremo provocado por los sonidos que producen los demás. No solamente se manifiesta como enojo, sino que incluye miedo, pánico, terror o angustia y por lo general es dirigido hacia actividades como el comer, sorber, hacer gárgaras o masticar chicle, aunque en realidad el abanico de sonidos es sumamente amplio. Es bastante común en personas que padecen inmisiones de sonidos en sus domicilios particulares y en mayor cuantía los que se producen por la noche con un fondo bajo; estos sonidos suelen ser producidos por hornos u otras actividades nocturnas, provocando un gran malestar psicológico y físico a las personas que los discriminan de forma acusada.
No se trata, como podría pensarse, de una fobia (cuyo origen es psicológico), sino de una condición neurológica cuya aparición es al final de la infancia y que se agrava con el tiempo, provocando conductas en los pacientes que van desde la evitación de situaciones donde saben se verán expuestos a estos estímulos (como comer con otras personas) hasta francos accesos de ira que pueden terminar en una riña o el paulatino aislamiento social.
Siendo una enfermedad recientemente reconocida como tal (apareció en los libros apenas en el 2010), se sabe poco respecto a ella y no existen, hasta el momento, tratamientos eficaces. Pero sí se ha encontrado una relación con el estrés que produce la discriminación del sonido molesto y en ese sentido la psicoterapia para el control del estrés puede resultar eficaz para paliar la misofonia.
Tratamiento psicológico para paliar la misofonia: