ENFERMEDAD DE CROHN

La enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa son unos trastornos gastrointestinales, de evolución crónica y recurrente, que se caracterizan por presentar una inflamación en las paredes del tubo digestivo. Al inflamarse la piel que recubre la pared del tracto alimentario pueden aparecer ampollas que, al romperse, desprenden la piel y se convierten en úlceras. Ambas enfermedades, por tener en común la inflamación del tubo digestivo, se van a agrupar dentro de la categoría de enfermedades inflamatorias intestinales.

Hay estudios que señalan que muchos de estos pacientes presentan depresión o ansiedad tras el diagnóstico. Las repercusiones que tiene la enfermedad sobre la calidad de vida de los enfermos (p.e., incapacidad para trabajar, retraimiento social, cambios en la vida familiar, etc.) influyen en la valoración personal que hace el paciente de sí mismo y pueden provocar el desarrollo de trastornos ansioso-depresivos.

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MENOPAUSIA

El estudio de la menopausia revela que los trastornos generales que provoca afectan en gran medida a la conducta. Así hay que considerar la posibilidad de los siguientes síntomas:

– Ansiedad.

– Irritabilidad.

– Astenia.

– Insomnio.

– Síndromes depresivos.

Entre ellos, el insomnio y la irritabilidad pueden atribuirse al fallo estrógeno, presentándose de forma constante.

Es importante constatar que la mujer menopáusica requiere una atención adecuada de todas las alteraciones que se pueda producir durante el período climatérico, dada la trascendencia que estas consecuencias pueden tener en su calidad de vida a medio o largo plazo.

                      Psicoterapia para tratar los problemas psicológicos de la menopausia:

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ICTUS (consecuencias psicológicas)

Es frecuente padecer trastornos psicológicos después de haber tenido un Ictus, su reconocimiento es fundamental para un adecuado tratamiento, lo más importante es acudir de inmediato al médico de cabecera o a algún profesional sanitario.

El ictus es una experiencia traumática para la persona que lo padece, son frecuentes después del ictus, la ansiedad, los sentimientos de frustración, los cambios bruscos de estado de ánimo e incluso la depresión.

Entre un tercio y la mitad de los pacientes con ictus sufren depresión en algún momento, que puede manifestarse por sentimientos de tristeza o aislamiento, irritabilidad, trastornos del sueño e indiferencia hacia la terapia; el paciente tiende a rehusar toda actividad. Es importante mantener una vía de comunicación y permitirle expresar cómo se siente. Hay que tratar que el reaprendizaje de tareas diarias sea una actividad relajante porque el proceso lleva tiempo.

Si el ictus se ha sufrido en varias zonas del cerebro, se pueden tener problemas de control emocional: de pronto pueden echarse a reír a carcajadas y momentos después llorar desconsoladamente. Estas expresiones, reflejan exageradamente los sentimientos reales del paciente, pero en otras son por completo ajenas a cómo se siente realmente. Esta situación se denomina labilidad o incontinencia emocional. Con frecuencia, esta situación mejora con el tiempo.

En caso de que exista depresión intensa o persistente, el médico podrá prescribir medicación para ayudarle a salir de ella.

La evaluación del estado emocional de pacientes post-ictus ha mostrado que la frecuencia de la ansiedad y/o la depresión es importante y los trastornos emocionales, aunque desciende con el distanciamiento del ataque de Ictus, tienden a mantenerse, de forma considerable, incluso dos años después.

Por otra parte, los factores que podrían relacionarse con la presencia de trastornos emocionales, no guardan relación con los índices de severidad de la enfermedad, sino con el grado de preocupación subjetiva por el propio estado de salud, con la presencia de trastornos emocionales pre-ictus, con la presencia del patrón de conducta tipo A y con otras variables relacionadas más con la evaluación subjetiva del paciente acerca del Ictus sufrido que con el deterioro real de la salud.

La ansiedad y la depresión, frecuentemente observados en estos pacientes, se caracterizan por la presencia de cogniciones disfuncionales relacionadas con el hecho de haber sufrido un ataque de Ictus y con las consecuencias futuras que los pacientes atribuyen al mismo. En esta línea, entre las reacciones más citadas se encuentran: el miedo a padecer un nuevo Ictus, el miedo a morir por ello, la preocupación por la salud, los sentimientos de invalidez, la baja autoestima y la falta de control sobre la propia vida, la incertidumbre acerca del futuro, y la culpabilidad por la conducta anterior a la ocurrencia del Ictus.  (Fuente: neuroafeic.com).

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INTELIGENCIA EMOCIONAL

La inteligencia emocional (IE) es la habilidad que nos permite percibir, comprender y regular nuestras emociones y las emociones de los demás.

Hoy sabemos que es la inteligencia emocional y no la inteligencia entendida de forma tradicional la que mejor predice el éxito futuro de una persona, y no sólo eso, sino que también predice su felicidad: las personas con alta inteligencia emocional alcanzan mayor éxito en la vida y se perciben a sí mismas como más felices que las personas con baja inteligencia emocional. El éxito profesional no depende de la inteligencia; son las variables emocionales y sociales las que marcan la diferencia. Los adultos que obtienen éxito profesional y personal en sus vidas no fueron aquellos niños con CI más elevados, o aquellos que mejores notas sacaban en el colegio, sino aquellos que mejor supieron entender a los demás, que se interesaron por las personas más que por las cosas y que construyeron redes sociales sólidas. Pero no sólo el éxito profesional viene determinado por las habilidades emocionales, también la propia satisfacción con la vida, la felicidad en términos más coloquiales, guarda relación con ellas y no con las habilidades intelectuales.

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CAMBIO DE HORA (consecuencias psicológicas y físicas)

Las alteraciones biológicas que produce un cambio de horario no llegan a incidir significativamente en las estadísticas ni constituyen enfermedades, no obstante pueden afectar la salud de adultos y niños, al producir alteraciones del sueño, irritación y distimia (un tipo de trastorno afectivo o del estado de ánimo).

Estas alteraciones dependen de los órganos y sistemas que estén más activos en el proceso de adaptación.

• En el sistema nervioso central, puede presentarse somnolencia, irritabilidad, dificultades en la atención, la concentración y la memoria.
• Malestar general • Fatiga, baja en el rendimiento o menor productividad
• Cambios en el estado de ánimo, depresión.
• Trastornos digestivos, aumento de secreción del jugo gástrico, disminución diurna y aumento nocturno del apetito.
• Aumento de molestias psicosomáticas

Los cambios de hora afectan especialmente a quienes poseen una estructura poco flexible en lo biológico y en lo psicoemocional, y también a quienes están sujetos a realizar actividades en horarios rígidos.

Los expertos señalan que el cambio de hora modifica el ciclo de la vigilia y también lo hace el sistema hormonal. Es debido a que el ritmo circadiano cambia, que se producen ciertos trastornos de tipo transitorio que pueden provocar algunos accidentes.

A los adultos les toma alrededor de 3 días adaptarse a estos cambios de hora, tiempo en el que existe una mayor predisposición a cometer errores, según explican los expertos.

Los niños suelen adaptarse con mayor facilidad al cambio de horario, aunque pueden manifestar mayor irritabilidad y presentar más somnolencia los primeros días.

Por su parte las personas enfermas o que padecen algún tipo de trastorno como insomnio, alteraciones del ritmo circadiano o del nivel hormonal, debido por ejemplo al tratamiento con corticoides, pueden sufrir mareos y alteraciones del estado de ánimo que pueden durar hasta una semana, puesto que el sistema hormonal no se ha adaptado aún.

Los expertos aconsejan iniciar cambios progresivos una semana antes del cambio del horario, para evitar o disminuir las consecuencias que éste pueda tener. Por ejemplo se recomienda adelantar todas las actividades diez minutos cada día, como el tiempo que se dedica a la comida, al paseo, etc., para readaptar así al organismo poco a poco.

Por su parte para quienes viajan grandes distancias a través de varias regiones horarias, hacer ejercicio intenso temprano en la mañana el primer día luego de un desfase horario, puede acelerar la adaptación al nuevo horario, incluso mejor que los tratamientos de luz o de melatonina (wikipedia).

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ANTIDEPRESIVOS

El consumo de antidepresivos se ha triplicado en los últimos diez años en España, según han destacado los enfermeros reunidos en el Congreso Nacional de Enfermería de Salud Mental. Más del 25% de los europeos adultos sufren al menos una forma de alteración psíquica en algún momento de su vida, y el aumento de antidepresivos representa un 47% del gasto farmacéutico en salud mental de España, seguido de los fármacos antipsicóticos con un 30%, entre otros conceptos.

El aumento del gasto relativo en salud mental se debe principalmente a la irrupción de nuevos medicamentos, no al crecimiento de los recursos de profesionales, a pesar de tratarse de un sector donde el factor humano es el elemento “esencial”.  En la Unión Europea (UE), las formas más comunes son los trastornos de ansiedad y la depresión, que se espera que en el 2020 sea la causa de enfermedad número uno en el mundo desarrollado, según el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2011.

La OMS ha determinado que cerca de 58.000 personas se suicidan cada año en la UE, cifra que supera la de muertes anuales por accidentes de tráfico o homicidios. Además la previsión de la OMS es que para el año 2020 más del 70% de la carga global de la enfermedad será producida por enfermedades no transmisibles, lesiones y trastornos mentales.

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ANSIOLITICOS

Alrededor de un millón de españoles (un 2,5% de la población general) presenta un problema de consumo crónico de ansiolíticos o tranquilizantes -entendiendo por crónico que este consumo es diario y durante un período aproximado de seis meses- y entre un 10 y un 20% los consume de forma esporádica, según quedó puesto de relieve en el transcurso de las XII Jornadas de Actualización en Medicina de Familia, celebradas recientemente en Sevilla y organizadas por la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC). Estas cifras son todavía las ofrecidas por el antiguo Insalud, pues no existen informes recientes de ámbito estatal sobre este tema.

Según semFYC, entre un 15 y un 20% por ciento de los pacientes que acuden a las consultas de Atención Primaria consumen algún psicofármaco, de los que en un 75% son benzodiazepinas (ansiolíticos e hipnóticos). La explicación a este fenómeno, aduce esta sociedad científica, hay que ir a buscarla en el seno de una sociedad de bienestar que se caracteriza por tener elevadas expectativas y escasa tolerancia al fracaso, una actividad laboral cada vez más exigente e insegura, falta de apoyos familiares y de redes sociales (vecinos, amigos), dificultades de convivencia y comunicación en el seno de las propias familias, soledad, etc. Todos estos factores están detrás del alto consumo de estos medicamentos.

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PESADILLAS (insomnio)

Las pesadillas son consideradas un trastorno del sueño caracterizado por una carga de ansiedad o miedo. Los que las sufren tienen recuerdos precisos de su contenido. Esta experiencia es muy intensa y contiene temas que implican una amenaza para la supervivencia, la seguridad o la autoestima.

Cuando tenemos una pesadilla, nos levantamos agradeciendo que sólo fuera un sueño, porque en el estado en que nos encontrábamos enfrentábamos situaciones de angustia. Puede ser referida a la muerte, como uno de los temas principales, o que nos persiguen para hacernos daño o matarnos, nos caemos y moriremos, tenemos accidentes, o que las personas que queremos están en peligro. Los temores que sentimos durante el día, conscientes o no, pueden provocar terror en la noche.

En los adultos, cuando son frecuentes, las pesadillas pueden indicar trastornos psicológicos, por lo general trastornos de personalidad. También pueden estar vinculados al consumo de drogas, sustancias psicotrópicas, antidepresivos y otros fármacos. Es interesante hacer notar la diferencia entre las pesadillas y los terrores nocturnos. Generalmente son los niños quienes presentan terrores nocturnos, gritan durante el sueño, y cuando los padres acuden a verlo, el niño se encuentra en la cama sentado diciendo cosas incomprensibles. Poco a poco se va tranquilizando y vuelve a quedarse dormido. Al día siguiente, no recuerda nada de lo sucedido.

En general, las pesadillas frecuentes se tienen en épocas en que se está lleno de conflictos o problemas. Delatan que la persona está pasando por un período de temor, confusión, miedo y conflictos. Se debe tomar conciencia y asumir el control de las riendas de la vida, para que de esta forma la ansiedad interna disminuya.

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TRASTORNOS PSICOLÓGICOS

   Por primera vez la encuesta Nacional de Salud incluye datos relativos a las enfermedades mentales. Uno de cada cinco españoles está en riesgo de sufrir un trastorno de esta índole. A nivel mundial las cifras son preocupantes, según la OMS. Expertos hablan ya de la epidemia silenciosa del siglo XXI.

El problema no es nuevo. Los datos estaban ahí delante hace tiempo. Un informe de la Dirección General de Farmacia del Ministerio de Sanidad y Consumo reconoce que en sólo cinco años el consumo de ansiolíticos y tranquilizantes ha aumentado en nuestro país casi en un 40% Estos medicamentos se emplean para problemas de ansiedad, fobias, trastornos alimentarios, dolor y otras adicciones. El consumo empieza cada vez a edades más tempranas, infancia y adolescencia. Existen trastornos psicológicos, alteraciones en la vida de las personas que están repercutiendo negativamente en su salud. ¿Qué dimensión tiene todo esto?

Cuatrocientos cincuenta millones de personas en el mundo están aquejadas de algún tipo de enfermedad mental, de los cuales 350 millones padecen depresión. Son datos de la OMS, organismo que prevé que para el año 2020 la depresión sea la causa más importante de incapacitación y muerte después de las enfermedades cardiovasculares.

En España, la última Encuesta Nacional de Salud por primera vez recoge cifras sobre esta patología. Los resultados son preocupantes. El 21,3% de la población mayor de 16 años tiene riesgo de padecer una enfermedad mental. Y este riesgo se incrementa a medida que aumenta la edad. En la población infantil los números no son mejores, ya que el 22,1% de los menores de entre 4 y 15 años presentan problemas de conducta relacionados con la hiperactividad y la socialización. Como decimos, el tema preocupa a las autoridades que ven la necesidad de tomar medidas para intervenir y revertir esta tendencia. Aunque insisten en que de momento se habla de “riesgo”, no de “diagnóstico”.

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SUICIDIO (ideas de suicidio)

      La mayoría de los suicidios tienen lugar durante una crisis depresiva. El suicida siente un dolor emocional que se le hace insoportable, se siente desesperado, piensa que nada cambiará en el futuro, que no puede contar con nadie que le dé su apoyo y no ve más salida a su sufrimiento que la muerte. Sin embargo, estas personas no quieren dejar de vivir; lo que verdaderamente quieren es dejar de sufrir, pero su estado mental depresivo les impide pensar en otras soluciones, estando su pensamiento centrado en los aspectos negativos de su vida, sin ser capaces de tener en cuenta los positivos. Esta memoria selectiva es un síntoma de la depresión, no de quienes son ellos.

El suicidio no se elige; sucede cuando el dolor es mayor que los recursos para afrontarlo. A lo largo de nuestra vida aprendemos diversas formas de solucionar los problemas. Algunas personas tienen más recursos de afrontamiento que otras. Pero es algo que siempre se puede aprender durante una psicoterapia.

La clave: la depresión se puede tratar por medio de psicoterapia y medicación antidepresiva. Los problemas se pueden resolver aprendiendo las diversas formas de hacerlo.

 

Los síntomas de la depresión

 

  • Tristeza persistente. Puede romper a llorar sin saber por qué.

  • Desesperación, impotencia, sensación de falta de valía (puede hacer comentarios negativos acerca de sí mismo).

  • Pesimismo y/o culpa.

  • Fatiga o pérdida de interés en actividades ordinarias, incluido el sexo. Falta de entusiasmo.

  • Alteración en los patrones de sueño y alimentación.

  • Irritabilidad. Se enfada fácilmente por pequeñas cosas que antes no le molestaban.

  • Ansiedad y ataques de pánico.

  • Dificultad para concentrarse, recordar o tomar decisiones.

  • Pensamientos, planes o intentos de suicidio.

  • Síntomas físicos persistentes o dolor que no responde a ningún tratamiento.

  • Aislamiento. Incapacidad o falta de interés en comunicarse.

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